XLVI Jornada Mundial de la Paz “Bienaventurados los que trabajan por la paz”

27 de Diciembre de 2012

 
El mensaje del Papa Benedicto XVI, busca animar a todos para que se sientan responsables respecto de la construcción de la paz.

Además, ofrece una reflexión ética sobre algunas medidas que se están adoptando en el mundo para contener la crisis económica y financiera, la emergencia educativa y la importancia de la familia y de las instituciones en el camino hacia la paz.

“El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda”. Así lo sostiene el Santo Padre en su mensaje para la 46ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebrará el 1 de enero de 2013, en el cual destaca también que nuestro tiempo “reclama un compromiso renovado y concertado en la búsqueda del bien común, del desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre”. Todo esto, en un contexto globalizado caracterizado por sangrientos conflictos en curso y por amenazas de guerra.

Inspirado en las palabras de Jesucristo “bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios” el Papa explica que la bienaventuranza consiste en el cumplimiento de una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor; y complementa diciendo que la paz concierne a la persona humana en su integridad e implica la participación de todo el hombre. “Se trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación”.

En ese sentido, el Sumo Pontífice destaca que la paz es posible, que no es una utopía o un sueño, sino que son nuestros ojos los que “deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones”.

El camino para la realización del bien común y la paz implica “ante todo” el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. “Auténticos trabajadores por la paz son, entonces, los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y transcendente”.

Otro aspecto importante es plantearse un nuevo modelo de desarrollo y otra visión de la economía porque el desarrollo integral, solidario y sostenible, además del bien común, “exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última”. “En concreto –dice el Papa- dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad. Realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras. Se encuentra así trabajando no sólo para sí mismo, sino también para dar a los demás un futuro y un trabajo digno”.

La familia y las instituciones también cumplen un rol importante en el camino para alcanzar la paz. En el caso de la familia, el mensaje sostiene que ésta “es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz”, que tiene como vocación natural promover la vida y acompañar a las personas en su crecimiento, además de jugar un papel fundamental en la educación de las personas, según la medida del amor divino. Es en este aspecto donde las comunidades religiosas, afirma Benedicto XVI, juegan un papel fundamental. “La Iglesia se siente partícipe en esta gran responsabilidad a través de la nueva evangelización, que tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente, un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades”.

En cuanto a las instituciones, “a ellas se les pide una contribución significativa no sólo en la formación de nuevas generaciones de líderes, sino también en la renovación de las instituciones públicas, nacionales e internacionales. También pueden contribuir a una reflexión científica que asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico y ético”.

Con todo lo anterior, el Santo Padre concluye su mensaje señalando que “aparece la necesidad de proponer y promover una pedagogía de la paz”, la que pide una rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados. Es necesario, agrega, enseñar a los hombres a amarse y educarse a la paz, y a vivir con benevolencia, más que con simple tolerancia. “Es fundamental que se cree el convencimiento de que hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar”.

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Fuente: vatican.va

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